El 31 de julio de 2010, sin saber con claridad lo que vendría después, tomé una decisión que cambiaría por completo el rumbo de mi vida: llevar mi cámara fotográfica a un concierto. Ese acto, simple en apariencia, fue el inicio de un camino que hoy cumple 15 años y que ha estado marcado por la música, la intensidad del escenario y la pasión por capturar instantes irrepetibles en la historia del rock y el metal en Colombia.
Lo que comenzó como una inquietud personal se fue transformando, paso a paso, en una vocación. No fue una ruta planeada, sino una construcción diaria, alimentada por la experiencia, el aprendizaje y el profundo respeto hacia los músicos, los públicos y las escenas que he tenido el privilegio de documentar.
A lo largo de estos años he presenciado conciertos memorables, desde los más íntimos en bares y espacios alternativos, hasta grandes festivales que han marcado la historia reciente de la música en nuestro país. He estado allí, detrás del lente, con el firme propósito de narrar visualmente lo que sucede sobre el escenario, pero también lo que se vive fuera de él: las emociones, las conexiones humanas, la energía que solo se da cuando la música en vivo toma el control.
En estos tres lustros he comprendido que la fotografía de conciertos va más allá del espectáculo. Es un ejercicio de sensibilidad, observación y compromiso. Cada imagen capturada es el resultado de una búsqueda constante por encontrar el equilibrio entre la estética y la honestidad, entre la luz fugaz de un reflector y la autenticidad del gesto de un músico en pleno acto creativo.
Este aniversario es también una oportunidad para agradecer. Agradecer a todas las bandas, artistas, organizadores, medios, colegas y amigos que han confiado en mi trabajo y me han permitido estar presente en momentos fundamentales de sus trayectorias. Agradecer a quienes, desde diferentes espacios, han valorado la importancia de la fotografía como una herramienta de memoria y testimonio dentro del universo musical. Y agradecer, especialmente, a mi familia, por su apoyo incondicional, por su paciencia y por estar siempre presente en este camino lleno de luces, sombras y distorsión.
Han sido 15 años de evolución técnica, de desafíos creativos, de silencios y de ruidos ensordecedores. A través de mi cámara he aprendido a escuchar de otra manera, a ver más allá de lo evidente, y a entender que cada fotografía es también una forma de resistencia: una manera de preservar lo efímero, de darle forma al recuerdo.
Mi compromiso sigue intacto. Aún me emociona el momento previo a un disparo, la adrenalina de un solo de guitarra o la mirada intensa de un vocalista iluminado por luces cambiantes. Aún me conmueve ver cómo una imagen logra transmitir aquello que las palabras no pueden explicar del todo.
Gracias por acompañarme en este recorrido. La historia continúa, y seguiré escribiéndola con luz, con respeto y con pasión.
Nos vemos en el próximo concierto.
Alberto Mira Mora
Fotografía Rock & Metal: Por Que La Música También Se Ve